El compliance, una nueva cultura empresarial basada en el buen gobierno
En los últimos tiempos, el concepto de Buen Gobierno en el mundo empresarial no ha ido sino ganando protagonismo. El ‘Corporate Governance’ es un concepto extenso, pero básicamente se refiere a los mecanismos, formas y relaciones a través de los cuales se dirige una empresa o una institución.
Es decir, el Buen Gobierno no es una pata más de la acción empresarial: es la meta, el ideal, el objetivo al que debe tender una organización empresarial. La clave está en adoptar políticas basadas en principios que excedan de lo meramente jurídico, que abarquen comportamientos que superen las exigencias legales. Este ‘ir más allá’ es lo que contribuirá a que una empresa sea una organización fiable, humana y transparente. Y eso, indudablemente, repercutirá en su cuenta de explotación porque llevará aparejado, además de una buena reputación, gestión satisfactoria y positiva.
Aunque parezca mentira, por lo positivo que es tanto para la empresa como para la sociedad en la que esta se inscribe, el concepto de Buen Gobierno es relativamente reciente en nuestro país. Vio su plasmación jurídica hace poco más de cinco años, en la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, que bajo el titulo Ley de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, alude a lo largo de su articulado a esta cuestión.
El cómo
Sabemos qué es el Buen Gobierno. Pero ¿cómo lo implementamos? Esto ya es otro cantar, es pasar de la teoría a la práctica, en un terreno francamente complicado. Obviamente, necesitamos dotarnos de unas herramientas, mecanismos que nos permitan incorporar ese conjunto de principios que se traducen en valores y que impregnan la forma de ser y de trabajar de todos los departamentos de una compañía.
De entre todas estas herramientas, no lo dudéis, la más útil es el compliance. La reforma del Código Penal acaecida en 2015 y reforzada, en esta materia, en febrero de 2019, importó a nuestro ordenamiento jurídico la conocida figura del compliance. Es decir, la previsión de un programa de prevención de delitos penales.
El compliance no es otra cosa que un instrumento que el legislador ha puesto en manos de los empresarios, directivos y trabajadores con la finalidad de lograr ese Buen Gobierno a través de la adopción de procedimientos de trabajo seguros, honestos y transparentes. Y es un programa que no está solo, va acompañado de otras herramientas como el código de conducta y el código ético.
¿Por qué el compliance es la principal herramienta para conseguir un Buen Gobierno? Por la dinámica que exige su propia aplicación. Cuando una empresa ha puesto en marcha el proceso de aplicar un programa de compliance, una primera fase es, ineludiblemente, conocerse a sí misma, saber y descubrir su carácter y sus dinámicas de acción de para, de esta forma, poder determinar el mapa de riesgos (un aspecto que tocaré con más profundidad en un futuro post).
El programa de prevención de delitos, pues, igual que el código de conducta, es la primera oportunidad de efectuar un cambio real en el proceso de toma de decisiones en una empresa o institución. Y es el primer paso para transformar a la empresa en una organización más transparente, más humana y con mejores resultados económicos.
El mapa de riesgos
Cuando una empresa ha puesto en marcha el proceso de aplicar el compliance, lo primero que tiene que hacer es conocerse a sí misma, saber y descubrir, algunas veces con sorpresa la forma de ser y actuar de la empresa para, de esta forma determinar el mapa de riesgos
Es habitual descubrir, con asombro, que ciertas formas de actuar no eran conocidas por la dirección o incluso por el conjunto de trabajadores, sobre todo si la empresa tiene un volumen de negocio considerable que implica tener varios departamentos.
El mapa de riesgos pues, es el resultado de analizar cada paso que se da en una empresa, la forma de tomar o no, una decisión, la forma de gestionar, o delegar cada uno de los departamentos y la forma de actuar de cada área de trabajo en cada una de sus facetas. Diseñar un buen mapa de riesgos es un proceso complejo que requiere un trabajo arduo, sincero y que obliga a la empresa a colocarse frente al espejo y mirarse a sí misma para conocerse mejor.
Esta forma de poner patas arriba los distintos departamentos, de mirarse al espejo al fin, lleva aparejado una mudanza de los viejos procesos de actuar hacia una nueva cultura empresarial, que bajo la exigencia que marca el ordenamiento penal va a contribuir inexorablemente a revisar y mejora los procedimientos de toma de decisiones. Y que van a repercutir en la cuenta de resultados, y en una cultura empresarial donde los valores se traducen en procedimientos.
El programa de prevención de delitos es la primera oportunidad de efectuar un cambio real en el proceso de toma de decisiones y el primer paso para hacer de la empresa una organización más transparente, más humana y con mejores resultados económicos. En definitiva, es el primer paso para llegar al buen gobierno: establecer una cultura ética y de valores que definan nuestra forma de actuar como empresa.